Las cifras de crecimiento siguen siendo negativas y la economía real se mantiene debilitada. Los mercados financieros por si solos, sin una economía real que los sustente, tampoco pueden ganar “músculo” para facilitar créditos a familias y emprendedores en buenas condiciones. Las necesidades de financiación del sector público siguen representando “una verdadera losa” . Es un círculo vicioso. Por su parte, los “recortes” –posiblemente inevitables desde el punto de vista del déficit público- no contribuyen precisamente al crecimiento económico ni a la mejora del consumo. En esta situación, se necesitan medidas adicionales, aparentemente menores, que pueden tener gran eficacia en el medio plazo. Todas las ideas son pocas para encontrar vías de recuperación a través de la mejora de la confianza.
En un artículo anterior publicado en esta revista mencionaba algunas sugerencias de mejora; entre ellas la del control bancario por parte del Banco de España. Parece que los hechos están demostrando que tal deficiencia ha existido. La prensa ha publicado recientemente denuncias de inspectores del Banco de España en este sentido . Esperemos que surtan los efectos deseados y se rectifiquen los enfoques incorrectos, haciéndolo de forma suficientemente pública para que se produzca realmente un efecto positivo en la confianza en el mercado por la vía de la transparencia.
En este artículo la propuesta se refiere a la eliminación de algunas asimetrías inapropiadas en el funcionamiento de los mercados, como forma de avanzar en la recuperación de la ansiada confianza. En efecto, es muy posible que entre las causas que ralentizan la actividad económica y el consumo se encuentren muchas “asimetrías” que el consumidor y el ciudadano en general consideran injustas y ante las que se ven impotentes. Su eliminación traería sin duda efectos muy positivos en la economía real.
La fehaciencia asimétrica
¿No le ha pasado a usted nunca que haya dejado de contratar algún servicio por el miedo a no poderlo anular posteriormente si le deja de interesar? Es una situación que se ha venido produciendo con frecuencia. Se trata de una de las muchas asimetrías que van “minando” las relaciones comerciales. La persona que amablemente te vende el servicio, frecuentemente a través de una llamadas telefónica “que es o puede ser grabada”, parece tener todos los poderes de la empresa vendedora para alcanzar acuerdos; sin embargo, una vez contratado el servicio, frecuentemente ya no es posible contactar a esa misma persona y, si casualmente se consigue, aparentemente ya no tiene ninguna capacidad para representar a su empresa. Ahora tienes que realizar -sin dejar de cumplir los plazos establecidos- comunicaciones de cancelación fehacientes a través de fax, burofax, carta certificada, etc. y, aun así, te quedas con la duda de si realmente ha surtido sus efectos. Luego tienes que dar la orden al Banco para que anule los pagos, recibir reclamaciones, alegar que lo cancelaste a tiempo, etc. En algunos casos, el cliente ha terminado por aparecer en un registro de morosos con las sabidas consecuencias y trastornos.
Es un caso más de lo que podría denominarse “fehaciencia asimétrica”. En efecto, algo que parece ser muy fácil de hacer en un sentido, termina por ser casi imposible en sentido contrario. Lo mismo puede ocurrir con una avería o una reclamación. Te atiende alguien en un teléfono de “atención al cliente” y en una conversación “que puede ser grabada” te toman nota, tienes que volver a llamar y a veces terminas “tirando la toalla”.
Se nota que algunas empresas perciben esta dificultad para sus ventas e incluso mencionan en su publicidad que el servicio se puede cancelar sin plazos o con plazos muy flexibles. Sin embargo, el consumidor puede mantener su temor pensando: “puedo cancelarlo pero ¿será fácil comunicar fehacientemente mi decisión?”
Por ello, todas las empresas que prestan servicios deberían tener un email público, alojado en un servidor de un Ministerio, para que el consumidor tuviera la posibilidad de realizar una comunicación fehaciente simplemente mandando un email donde, eso sí, debería consignar sus datos para poder ser identificado. Incluso podría utilizarse el DNI electrónico o el Certificado Digital. ¡Ya es hora que llegue la modernidad a este tipo de comunicaciones! A estas alturas, ¿cómo se puede seguir pidiendo un fax cuyo envío hay que repetir hasta la extenuación por saturación del equipo receptor?
Lógicamente, si se eliminase esta asimetría, la desconfianza no se perdería de un día para otro pero se mejoraría sin duda. Los que tienen algunos años podrán recordar las reticencias que existían hace varias décadas para dejar el dinero en el Banco; mucha gente prefería ponerlo “debajo del colchón”. Solo se generalizó el depósito del dinero en cuentas bancarias cuando se percibió sin lugar a dudas que era fácil sacarlo. En este sentido los cajeros automáticos han prestado y siguen prestando una gran labor. Si existiese una asimetría con el dinero similar a la que existe con ciertos servicios nadie ingresaría voluntariamente el dinero en el Banco. ¿Alguien lo duda?
Otro ejemplo lo tenemos en los primeros comercios que permitieron la devolución de la mercancía por parte del cliente, si no quedaba satisfecho, reintegrando el dinero. Cuando los clientes comprobaron que era verdad, se dispararon las ventas y dichos comercios alcanzaron una hegemonía indiscutible. Ahora la posibilidad de devolución está mucho más generalizada y es posible que los más jóvenes lo vean como algo natural. Sin embargo, los que ya no son tan jóvenes recordarán que antes de iniciarse dicha práctica, existía una asimetría similar a la que ahora estamos comentando.
Por lo tanto, si se eliminase la asimetría en la fehaciencia de las comunicaciones en las ventas de determinados servicios, además de suprimir una injusticia, se producirían ventajas de todo tipo en el comercio y en la libre competencia, con la consiguiente mejora de la confianza del consumidor en el mercado.
La responsabilidad asimétrica
Otra asimetría que está reduciendo la actividad económica en España puede resumirse así: “El ciudadano tiene que cumplir la ley y las normas y, a veces, las Administraciones Públicas aparentan no tener que hacerlo”. Algún lector podrá recordar los canales que existen para reclamar, pero frecuentemente tales vías pueden resultar agotadoras cuando no infructuosas.
En estos días se ha leído en la prensa una noticia escalofriante procedente de un informe del “Observatorio del Trabajo Autónomo”: “Uno de cada cuatro nuevos parados procede del impago de las Administraciones Públicas”
¿Cómo puede entenderse que las propias Administraciones, que no dejan de proclamar como objetivo principal de su actuación la creación de puestos de trabajo, sean precisamente las que los destruyen en una proporción tan notoria? ¡Resulta increíble! Es como si los bomberos produjeran incendios.
¿A qué se debe? Pueden identificarse diversas carencias legislativas y de otra índole pero, posiblemente, la razón es más sencilla: en algunos casos, los responsables perciben que están protegidos por una cierta impunidad. ¿Para qué sirve la Ley de morosidad si no se cumple y no pasa nada? Además, cuando se verifica que la impunidad existe respecto a la desidia, surge el riesgo de que alguno trate de ampararse en ella también respecto a la corrupción.
Si el empresario o ciudadano se retrasa en pagar un impuesto, una tasa, una multa, etc. tiene que asumir unas consecuencias. ¿No debería existir un tratamiento simétrico –en la práctica- respecto al responsable público?
¿Dónde está el espíritu del capital del barco? ¡El último en salir del barco en caso de naufragio! ¿No podrían aplicarlo los alcaldes y otros responsables políticos? ¡Último en cobrar cada mes! Después de que lo hagan funcionarios, empleados y, por supuesto, proveedores. Si lo aplicasen, se resolverían las cosas como “mano de Santo”. Ya verían la forma de encontrar soluciones, con la misma celeridad que lo hace el capitán de un barco.
Pero lo peor es que, además, la “cultura del mal pagador” se va extendiendo y no es ya exclusiva de las Administraciones. El retraso en el pago ha dejado de ser algo de lo que se debe uno avergonzar para pasar a ser algo que debe hacerse salvo que no quede más remedio. El pago puntual ya no es siempre algo que deba realizarse por justicia y equidad, por cumplir el compromiso, por ética, por mantener un prestigio, etc. Incluso puede darse el caso de que muchos se rían del que paga siempre lo que debe puntualmente sin buscar ninguna triquiñuela.
¿Dónde está la ética de nuestros antepasados que, sin papeles, con un apretón de manos sellaban un compromiso inquebrantable, aunque fuese difícil su cumplimiento?
Sin embargo, el retraso en el pago, para todo el mundo y especialmente para las pequeñas empresas, puede ser letal. No solo representa la imposibilidad de hacer frente a los costes en los que han incurrido, sino que, además, supone en ocasiones que tengan que ingresar en Hacienda un IVA repercutido en facturas que no han cobrado aún. El presidente de la Federación Nacional de Trabajadores Autónomos ha declarado recientemente: “Los autónomos pagaron el pasado año 976,8 millones de IVA de facturas no cobradas”
En esta situación, no es fácil lanzarse a poner un negocio. Los riesgos no son ya los tradicionales: financiación, producto, mercado, costes, competencia, burocracia, etc. Puedes cumplir con todo y fracasar, simplemente, porque no te pague alguien que, por una vía u otra, va eludir sus responsabilidades.
Si se eliminasen estas asimetrías, crecerían los proyectos empresariales y aumentaría la actividad económica y, por ende, la creación de puestos de trabajo y la recaudación de impuestos. Se trataría de verdaderas “reformas estructurales” con magníficos efectos a medio plazo.
Sin embargo, parece que todo va en contra del consumidor, del ciudadano, del contribuyente, del emprendedor; socavando su confianza. Me acuerdo de aquel chiste de Gila: “Vi como tres individuos estaban pegando en una esquina a un hombrecillo. Me entró la duda: ¿me meto o no me meto? ¿me meto o no me meto? Al final me metí y, entre los cuatro, le dimos una buena paliza”.
Noticia procedente de Estrategias de Inversión.com